
Lleno de hojas amarillas que después se lleva el viento como por arte de magia.
Ahora no hay caballos en la casa, les echamos de menos, está más solitaria; de alguna manera más sola, como nosotros.
Pero en un momento nos ponemos en el valle y así, con cierta emoción contenida, nos sentimos mejor.
Su presencia nos llena.