jueves, 14 de enero de 2010

El norte


El norte se protege a sí mismo del norte. Lo hace formando cadenas montañosas. Detrás de esas montañas hay otro valle, más frío,que a la vez le cierran otras montañas. Así sucesivamente.

La casa del valle y las cuadras están pegadas a la montaña. Se levantan muy cercanas, a nuestra espalda-,en el valle todo mira al sur, y a sus pies nos cobijamos.

Dicen los hombres del pueblo que en la falda de las montañas hace menos frío que en mitad de valle. Puede que sea cierto, hace tanto frío que es difícil comprobarlo.

Los caminos del norte son empinados y difíciles para subirlos a caballo. No lo hacemos.

Solo por el nordeste se abre una senda amplia y cómoda que después gira hacía el norte, una vez superada la barrera montañosa.

Hay un paso. El paso del medio celemín se llama. Curioso nombre.

Y llegamos a otro valle. Infinitamente más grande, con otros pueblos fríos y dos grandes presas que retienen los ríos, haciéndo que parezcan mares quietos. Aguas dormidas, domesticadas, que después van dejando escapar a su antojo, pero siempre con egoismo.

Algunas veces llegamos a ese valle, acompañando a la transhumancia; a las ovejas y a toda la gente que se toma este viaje como una fiesta. Que lo es y que son muchos.


Por la tarde regresamos a casa, a nuestro valle.

Los caballos vuelven ligeros, no hace falta pedirles nada.

Ellos saben que vuelven a casa.

Nosotros también.



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